domingo, 1 de agosto de 2010

Entrevista con Daniel Giménez Cacho

Actuar con lo que sucede
Por Ricardo Yáñez

Con una de las trayectorias más destacadas en el ámbito actoral mexicano, Daniel Giménez Cacho, quien también ha incursionado en la dirección teatral y a su vez ha sido dirigido en el escenario por talentos de la talla de, entre otros, Juan José Gurrola y John Malkovich; ganador de una Diosa de Plata y cuatro Arieles, a más de otros galardones, se muestra en entrevista lúcido, sencillo, comprometido, riguroso. El azar hizo que nos citáramos tres veces. La tercera fue la vencida. En la segunda se deslizó un asombroso concepto de Juan José Gurrola: la obra teatral baja, y mientras no baje obra no hay.


–¿Cómo “baja” una obra?
–No sé cómo exactamente, pero baja. Es algo medio mágico, como invocaciones que uno hace. Los ensayos son invocaciones, danzas rituales. Y luego hay que esperar que venga el público, porque es un fenómeno que sucede solamente con el público. La mitad del teatro es lo que tú haces y la otra mitad la pone la presencia del público. Hay una cosa de energía, muy clara; cuando las presencias están ahí, se hace una conexión. Tadeusz Kantor hablaba de este vínculo energético que se establece entre el público y la escena, entre el público y los actores. Un puente de energía que puede ser de muchísimos colores, diferencias. Las obras, cuando se estrenan, son de una manera teórica, según se ensayó y se pensó, y en los quince días siguientes es cuando la obra baja, o no baja, y se acaba de ajustar y de dimensionar. Muchas cosas que no se entendían empiezan a tener sentido. Y es ahí muy importante que el director siga estando, porque es cuando ya la obra va a ser lo que va a ser; pero antes es teórico. A ver si jala. Parece que por ahí va. Y uno tiene, pues años en esto, y dice sí, por aquí y por allá, pero la prueba de fuego es hasta que llega el público.
–¿Y cuál es el trabajo que hace el actor para que la obra baje?
–Pues tienes ya que dejar de empujarla. Los ensayos son construir, construir y... y luego tienes que empezar a recibir de ella. Empezar a sentir, y que suceda. No puedes seguir en que tiene que ser así y así. Ya la tienes que dejar hablar: que hable ella, que empiece a suceder poco a poco el fenómeno. Tienes que dejar de empujar y tus ideas de es que esto es así a güevo, y pues no…
–Abrirte a la obra.
–Empezarla a escuchar. Y ahí sí hay obras que rápido dan y otras que no dan, y otras que el principio no sucede y a mitad de la obra empieza a pasar.
–Dejas de estudiarla para que la obra hable por sí misma, pero en principio hay que estudiarla.
–Hay que estudiarla y soñarla: desearla, llamarla, convocarla… Y eso tiene que ver con el ser actor de esta manera: que cuando estás actuando no puedes estar pensando. No puedes estar tampoco en una inconsciencia total. Sabes en dónde estás, sabes que con cierta palabra te toca hablar… Mantienes una conciencia pero allá atrás.
–Una especie de supraconciencia. Alguien que está alerta ahí.
–Sí, pero tú no puedes estar pensando, no puedes tener la conciencia de ese presente como: “voy a tomar la taza”, “voy a hacer esto”, “me muevo a la derecha”, porque entonces es la cosa más aburrida y muerta. Tú te tienes que echar ahí y esperar que suceda, recibir el estímulo de los demás, la energía del público. No depende de que tú lo empujes todo. Si no, son esas obras en que dices “qué aburrido, está todo perfecto pero no está vivo, no está sucediendo ahí”.
–Veo en la memorización algo como ritual, no lo sé. ¿Aprenderse un papel tiene que ver con convocar algo que de alguna manera le llegó al autor?